Dejar de juzgar ¡Qué liberación!

Me encuentro muchas personas y clientes que se quejan de la opinión que los demás tienen de ellos, o de lo que ellos creen que opinan los demás. Cuando uno se percata que aunque a todos nos gusta que opinen bien, la única opinión que nos debería importar es la nuestra, la liberación que uno siente y la paz con la que se vive no tiene nombre.

En unas ocasiones la opinión crítica de los demás genera rabia, en otras una gran dependencia y falta de autoestima.

No es la primera vez que leo de los grandes maestros espirituales el valor que tiene para uno mismo aprender a dejar de juzgar.

Cuando dejas de juzgar te liberas de una pesada carga y liberas una gran cantidad de energía. Cuando dejas de centrarte en el “qué mal lo hace, yo lo haría de esta otra manera, me está haciendo perder el tiempo…” y dedicas esa energía a ti mismo o a buscar soluciones la transformación ha comenzado.

Siempre te será más útil dejar de juzgar y tomar decisiones. Y si una persona realmente no hace bien las cosas nunca, lo mejor es no contar con ella y si no puedes, por lo menos no inviertas energía en ella sino en ti. En el libro “Un curso de milagros” se propone como ejercicio pasar un día, solo un día, sin juzgar nada de lo que te suceda. Y te aseguro que es muy, pero que muy difícil.

A lo largo de nuestra vida todos nos hemos encontrado a personas que desde que llegan hasta que se marchan dedican todo su tiempo a juzgar a los demás, a realizar suposiciones, a colgar etiquetas, a dictaminar cuál será el futuro de unos y otros, especialmente de aquellos que son distintos.

A estos “profetas”, a quienes nada del lugar les agrada, ni nadie, y que se recrean en señalarnos todos los errores de los demás, los podemos reconocer porque suelen acabar siempre sus frases con un ”yo lo sabía”, “se lo advertí”, “estaba claro que le iba a pasar”, “se lo dije y no me hizo caso”…

Esa necesidad de juzgar continuamente a los demás en realidad esconde miedos, impotencia, necesidad de desviarse del momento en el que se vive, del aquí y el ahora, y por tanto de buscar en el momento actual, con las circunstancias actuales, la solución a los retos a los que hay que enfrentarse.

Este tipo de personas, aunque nos tratemos de blindar emocionalmente a su influjo nos dejan un sabor amargo y negativo y lo peor es que a veces inconscientemente nos volvemos partícipes de sus comentarios y sin buscarlo nos hemos cargado de su energía negativa para todo el día. Son en pocas palabras auténticos vampiros de nuestra energía positiva.

Pero lo cierto es que esta descripción en realidad es una exageración, una licencia que me permito para destacar una cualidad que ciertamente todos tenemos. Sí, creo que nadie está libre para tirar la primera piedra y asegurar que nunca en algún momento de su vida no ha juzgado a los demás. Mi intención de exagerar no tiene mayor intención que llamar la atención para que todos comencemos a ser conscientes antes de emitir un juicio, ni si quiera de darle un solo espacio en nuestro pensamiento, del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos.

Deepak Chopra en su libro Las siete leyes espirituales del éxito define el juzgar como “la constante evaluación de las cosas como correctas o incorrectas, buenas o malas. Cuando estás constantemente evaluando, clasificando, etiquetando, y analizando, creas mucha turbulencia en tu diálogo interno.” Mientras que “el no juzgar crea silencio en la mente.”

El propio Gary Craig, creador de EFT, en algunos de sus artículos reconocía que él tenía tendencia a juzgar a otras personas, especialmente a aquellas que tenían opiniones y comportamientos distintos del suyo. Todavía aún se sorprende haciéndolo, aunque es consciente de que lo que juzga no es a la otra persona sino que sigue un patrón de comportamiento establecido desde la infancia.

Debemos ser conscientes de que al juzgar no etiquetamos a una persona como buena o mala sino a sus ideas, creencias o sistema de valores y que quien juzga no somos nosotros sino nuestras ideas, creencias o sistema de valores.

Juzgar es de alguna manera asumir una actitud de superioridad sobre los demás, es colocar continuamente la balanza de un lado u otro, señalar las faltas en los demás con la intención de sentirnos superiores, de humillar, de hacer daño, de ridiculizar con la hipocresía del que ignora las faltas en uno mismo solo redunda en nuestra contra. Juzgar a los demás ocupa espacio mental y nos impide ver más allá.

Nadie posee el don de la verdad absoluta. Nuestras opiniones, conceptos, formas de ver la vida no deben ser impuestos a los demás mediante nuestros juicios pero sobre todo no debemos hacer suposiciones a cerca de los motivos de los demás.

Nos sentimos bien al compararnos con un grupo al que consideramos inferior o menos competente, sobreestimamos lo que poseemos siempre en comparación con los demás.

Prestamos más atención a aquello que corrobora nuestro punto de vista, recordamos la información que lo apoya y nos sentimos mejor. Y si vemos lo contrario pensaremos que son excepciones.

Para conocer a otra persona hay que evitar los juicios, lo que significa reconocer y aceptar su conducta sin construir una identidad ilusoria en nuestra cabeza. Si después decidimos que no nos gusta, será una decisión que no se ha realizado teniendo en cuenta estereotipos, prejuicios o juicios de valor. Y si esa persona no nos gusta, seguimos sin tener que tener la necesidad de juzgarla, la aceptamos como es, aceptamos que no nos gusta sin más, y así no le dedicamos ni un minuto de nuestra energía.

Así que sea cual sea el lugar en el que te encuentres. Bien que tengas tendencia a juzgar a los demás, bien que te sientas juzgado continuamente por otros y que eso te cause incomodidad en tu vida porque aunque sientas que otros te juzgan ¿te das cuenta que a tu manera tú también les estás juzgando?. Te invito a hacer tapping conmigo y a evaluar los resultados cuando lleves un mes repitiendo este ejercicio a diario.

Escríbeme y dime qué tal te ha ido el ejercicio.

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